Yom Kippur: el don de la memoria selectiva
Inicié Yom Kipur (el día de la Expiación) con el corazón en la mano. Hashem me dio el regalo del jet lag, y cuando finalmente me desperté, las palabras de la oración de Ne’ilah (literalmente cerrar la puerta) resonaron más que nunca. Así que escribo mis pensamientos para no olvidarlos:
Durante las fiestas mayores, le pedimos a Hashem que recuerde: el sacrificio de Isaac, Egipto, el sufrimiento que nuestro pueblo ha soportado en todas las épocas de la historia …
Y sin embargo, en Ne’ilah le pedimos que no recuerde. Que salte una memoria. Que no registre nuestros pecados.
En la vida y en el amor no hay mayor don que el de la memoria selectiva. No hay nada más romántico que un cónyuge que no menciona tu error anterior, que no mantiene un diario mental (tal vez incluso una hoja de cálculo) de tus fechorías, calificado y valuado. El mayor regalo en una relación, más que perdonar, es olvidar (o al menos pretenderlo, porque tu amor es mucho más grande que eso).
Y el caso es que así es como se diseña la fe desde el principio. Como pueblo, hemos soportado tanto, hemos sufrido tanto, que si no fuera por nuestra habilidad para olvidar mientras recordamos, como una mujer que pasó por un parto, nunca hubiéramos podido seguir creyendo, dedicando nuestras vidas y educando a nuestros hijos a seguir el mismo camino, a llevar vidas con los mismos valores.
Esa es la belleza de eso.
Le pedimos a Hashem que nos perdone no a pesar de, sino *porque* hemos pecado. Dios siempre supo que íbamos a hacerlo. Después de todo, es Él quien nos diseñó con todas nuestras deficiencias humanas (tan humanas). Y esa es exactamente la razón por la que también diseñó el vehículo de Teshuva (volver a nuestra fuente divina y reconectarnos con nuestra esencia), un proceso tan antinatural, tan sobrenatural, que significa que los humanos *pecaremos*, pero tendremos la oportunidad de expiar, planear con anticipación, demostrar nuestra dedicación a mejorar.
Y cuando lo hagamos, no solo Dios nos honrará con el perdón, no solo “olvidará” nuestros pecados, sino que en realidad lograremos un nivel más alto que nunca.
Eso es amor verdadero.