Un inicio de año fuera de serie
Había pasado las mejores vacaciones de Navidad en México visitando a mis papás, y empecé el nuevo año viajando con el amor de mi vida y mi hermana a Guatemala. Es uno de los países más hermosos y verdes de Centro América, y Marisa y yo habíamos vivido allí por tres años.
¡La “nena” y Nir se conectaron como hermanos de verdad! Creo que a ella le hacía falta un hermano y a él le gustó la idea de tener una hermana a quien molestar. Aunque para Nir eran vacaciones, yo iniciaba el año de trabajo y no imaginaba lo que nos esperaba: ¡lanzar un nuevo programa de tv esa semana! Pase ocupada aprobando gráficos, resolviendo crisis y casi me olvidaba, de vuelta a producir el programa del prime time del viernes por la noche para una audiencia de siete millones.
Pero eso sí, cuando hay amor, el tiempo puede estirarse hasta para llevar a tu alma gemela a una relajante tarde de spa. Se lo merecía después de una semana intensa de tratar de seguirnos el ritmo ¡en español!, ayudándonos con fotografía y edición, mientras intentaba seguir conquistándome y conocer Guate…
Aunque Nir trabajaba en la misma industria en Israel, estaba sorprendido de ver a dos chicas trabajadoras dirigiendo una estación de televisión de alrededor de 200 colaboradores. La pregunta que rondaba su cabeza en medio de tanto trajín era:
¿Ale será capaz de dejar todo esto por amor?
Cuando Nir regresó a Israel, ésta y muchas otras preguntas inundaban su cabeza (y la mía), y mi interior estaba como un mar en pleno huracán. Me tomó casi cuatro meses responder a esas preguntas. Pero fue una conversación durante nuestras llamadas telefónicas diarias, la que hizo la diferencia. Nir dijo que con él podía construir la única cosa que no había intentado: formar una familia. Duro, directo y a la cabeza. Luego preguntó:
¿Considerarías mudarte a Israel para averiguarlo?
Después de consultarlo con Dios y con la almohada, la respuesta de mi corazón hizo que el huracán en mi cabeza se apaciguara. Cuando salió el sol, ya tenía la respuesta.
Marisa y yo habíamos vivido en el extranjero hacía ya cuatro años y habíamos construido nuestra propia celulita familiar. Compartíamos una oficina de ensueño (que más bien era como un segundo hogar), un gran clóset, nuestra pasión por latinoamerica y hasta terminábamos las frases una de la otra. Así que la idea de que nuestra vida color de rosa llegara a su fin era aterradora.
Pero en medio de nuestros sentimientos encontrados, una sorpresa estaba por llegar: ¡una invitación del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel para Marisa a un taller de periodismo en el MCTC (Golda Meir Mount Carmel Training Center), ¡al que yo había asistido el año anterior! Así que al mes siguiente, ella estaba pasándosela bomba en Israel, intercambiando ideas con periodistas de todo el mundo que al igual que nosotras, estaban influenciando sus comunidades, y turisteando en Tierra Santa.
Cuando regresó a Guatemala me di cuenta del verdadero valor de su viaje a Israel y de pasar tiempo con Nir y su familia: Un mes entero en esa tierra tan especial había conectado su corazón al lugar y a la gente, y pudo imaginarme comenzando una nueva vida con Nir al otro lado el mundo. Llegó llena de esperanza y confiando en que yo había tomado la decisión correcta de mudarme a Israel.
Y por supuesto me enseñó todas las palabras y frases que había aprendido para sobrevivir en la tierra Prometida: Sababa legamre (genial), Bevakasha (por favor), aval dajuf (pero con urgencia), todá rabá (muchas gracias), ¿eifo hasherutim? (¿dónde está el baño?), por supuesto que no (mamash lo).
Ahora me quedeba un nuevo reto: construir esa misma confianza en unos padres sacados de onda y preocupados en México. ¿Tal vez podría hacerlos tomar el siguiente avión a Tierra Santa?