Che, ¿qué puso Jacobo en la canasta hoy?

Mientras contaba los días para decir Shalom al amor de mi vida en México, él estaba llenando lo que llamó Safsalat HaTikva-( הסלסלת התקווה Canasta de Esperanza). Durante una de nuestras conversaciones telefónicas diarias me dijo que me había comprado un regalo y me explicó que había decidido buscar un pequeño regalo por cada día que tuviera que esperar para verme de nuevo. Los días que faltaban para vernos no eran una semana ni dos, ¡era un mes! Así que aprendí nuevas frases en Hebreo: ¿Ma hamataná sheli haiom? (מה המתנה שלי היום? ¿Cuál es mi regalo de hoy?), ¿Ma Kanita li neshamá? (קנתה לי נשמה? מה ¿Qué me compraste, corazón?)

Mientras él seleccionaba cuidadosamente todo tipo de regalos y trabajaba doble turno para entregar sus proyectos televisivos y poder viajar a México, yo vivía el diciembre más inusual del que tengo memoria. Pasé viajando cada semana, de Guatemala a El Salvador para la boda de unos primos queridísimos, a los estudios de televisión de CBN en Virginia Beach para un maratón de cuatro días de grabación de ocho programas de Operación Bendición TV, el programa de Ayuda Humanitaria que estaba conduciendo. Finalmente llegué a la casa de mis papás en México unos cuantos días antes de Navidad para disfrutar una de las mejores vacaciones familiares. Ese año nos visitaron amigos de Costa Rica, Guatemala y Uruguay. Nir es un nombre muy inusual y difícil de recordar para los latinos así que me moría de risa cuando el uruguayo más ocurrente que conozco decidió que lo llamaría “Jacobo”.  Así que la pregunta (con acento uruguasho):“Che, ¿y qué puso Jacobo en la canasta hoy?”era básica a la hora de la comida. Tanto nos divertimos esos días que supongo que Dios deja lo mejor para el final porque esas fueron mis últimas vacaciones de Navidad de soltera (aunque eso lo supe unos meses después).

El día de recoger a mi amor en el aeropuerto por fin llegó con el encuentro familiar más divertido e inesperado. Mi papá y yo esperamos en el área de las llegadas internacionales por más de una hora. Me lo imaginé saliendo por las puertas cada vez que se abrían. Pero un día después de Navidad, ¡esas puertas se abren demasiadas veces! Al igual que cualquier chava después del café y esperar casi una hora, tuve que ir al baño. Cuando volví corriendo a buscar a mi papá, ya venía caminando hacia mí ¡con Nir!  Dijo que lo reconoció de volada por las fotos, así que finalmente mi papá fue el que le dijo Shalom y Bienvenido a México.

Ninguno de nosotros esperaba que la Canasta de Esperanza llegara en su propia maleta y esa no fuera la verdadera sorpresa. En uno de nuestros mini tours por el centro de la ciudad, frente al Palacio de Cortés, Nir sacó una caja con el libro más romántico que he recibido ¡con nuestra historia contada a través de fotografías de los regalos de la canasta!

Aunque Nir apenas podía decir más de diez palabras en Español y el vocabulario en hebreo de mi familia terminaba en Shalom, ¿ma shlomjá? (שלום, משלומך? hola, ¿cómo estás?) parecía que Nir era el hijo que mis papás no habían tenido. Para sorpresa de todos, el israelí no sólo sobrevivió y sino que se enloqueció con la piña y el chile mexicano. Comprobé que cuando el amor, la comida mexicana, el ingenio israelí, la calidez de familia y la bendición de Dios se dan cita en un solo lugar, el lenguaje del corazón es más elocuente que cualquier palabra.

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